🍂⚰ Si somos honestos, esos somos nosotros. Un montón de huesos secos en los que un Dios maravilloso sopló aliento de vida. Una de las metáforas que más me impresionan de la Biblia.
Para muchos, una tumba es simplemente eso: el final de la vida, el reposo final. Sin embargo, para aquellos que buscan entender el profundo simbolismo que encierra, una tumba se convierte en un jardín potencial, un lugar de renacimiento y transformación.
🌷🌼🌻🌺 ¿Cómo es posible? La semilla no puede florecer si no muere primero. Es una verdad universal que también se refleja en las Escrituras. Solo algo que ha muerto a su primera naturaleza puede pasar a ser una nueva creación y dar abundante fruto.
La batalla interna entre lo viejo y lo nuevo es una constante en la vida de aquellos que buscan una transformación genuina. La muerte a lo antiguo puede ser dolorosa, pues implica renunciar a lo conocido, incluso si es bueno.
Sin embargo, para dar frutos abundantes y buenos, es necesario renunciar a lo viejo y ser renovados. Como nos exhorta el apóstol Pablo en Romanos 12:2: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta".
La jornada de seguir a Cristo implica morir al viejo hombre. En ese acto de desprendimiento, nace una nueva vida llena de frutos. Es un proceso de renovación constante, donde cada día se deja atrás lo que ya no es útil para dar paso a lo que es esencial y vital.
Así como una semilla muere en la tierra para luego brotar y dar fruto, nuestras viejas naturalezas deben morir para que podamos experimentar la plenitud de la vida en Cristo. No se trata solo de un cambio superficial, sino de una transformación profunda que afecta cada aspecto de nuestro ser.
En medio de un mundo que constantemente nos insta a conformarnos y seguir las normas del momento, la llamada de Cristo es una invitación a la verdadera libertad. Es un llamado a salir de las tumbas de nuestras viejas formas de vivir y abrazar la plenitud de la vida que solo él puede ofrecer.
Que podamos ser como tumbas en jardines, lugares de muerte que se convierten en lugares de vida y renovación. Que podamos experimentar la transformación que viene al morir a nosotros mismos y renacer en Cristo. En ese proceso encontraremos la verdadera abundancia y plenitud que solo él puede dar.
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